En lugar de obsesionarte con las críticas o de
criticar a otros, dedica tu tiempo a mejorarte a ti mismo y a mejorar tu
entorno. En la vida hay pocas cosas tan agotadoras como escuchar a una persona
criticar a todas horas. Además de hacernos vivir en un pozo lleno de
comportamientos negativos, nos acaba haciendo sentir muy mal. En definitiva,
las palabras y las actitudes de un entrometido nos desgastan de tal manera que
dejan nuestra mente devastada.
Cuando nos encontramos ante estas situaciones
tenemos dos opciones: alejarnos o intentar ayudarles. Y es que, como ilustra la
célebre frase del comienzo, no hay un indicio más acertado de pobreza emocional
y vital que el hecho de que una persona dedique su tiempo y esfuerzo a criticar
a los demás. Si estamos cerca de una persona criticona tenemos que tener muy
presente la capacidad que tienen para intoxicar nuestras emociones, ya que
pueden desequilibrarnos totalmente de manera sencilla.
En este sentido, vivir en paz no tiene precio, por
lo que siempre debemos proteger nuestro espacio físico y psicológico. Hay que
crearse una coraza de anticríticas no constructivas, pues digamos que las
palabras solo hieren cuando te importa quién las dice, qué es lo que dice y
cómo lo dice.
Lo que otras personas piensen de ti
es su realidad, no la tuya
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