Hay
mucha actividad política en México. Una actividad de opinión demasiado
desarrollada y destrabada como si un día, que podía tal vez coincidir con la
caída del muro de Berlín, el ánimo ciudadano se desató para expresarse por las
múltiples formas que permiten decir algo en público.
Hay
que mirar lo que pasa en México. La expresión ciudadana ahora está por doquier,
en una práctica que ofrece muchas tentativas para hablar de las cosas nunca
antes tratadas. Porque por una cosa o por la otra, este ánimo estaba reprimido
y acaso por el prurito de la globalización los temas de todas partes se vuelcan
sobre el intento de los mejores proyectos de sociedad que cada quien imagina.
El temor de ser apresado por el hecho de
denunciar públicamente, sólo pasa cuando alguien se expone a la susceptibilidad
de intereses de particulares porque en lo que corresponde al Estado, su actual
conformación práctica, habla más de un organismo abierto y débil que de una
inexpugnable e inflexible instancia de autoridad e imposición.
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