Una
excursión a esa pequeña tierra demandaría muchos trámites y sólo se podrá estar
allí un día al año, cada 27 de mayo. Ni un minuto más. Eso sí, además deberá
ser hombre, ya que las mujeres no pueden pisar esa misteriorsa isla
perteneciente a Japón.
Se
trata de Okinoshima,
una pequeña porción de tierra alejada de la costa japonesa que en julio
próximo será declarada por la UNESCO
como Patrimonio de la
Humanidad, un título que poco interesa a sus escasos habitantes
que no quieren saber nada con la popularidad de su territorio.
De
80 hectáreas, Okinoshima
es una de las reservas del sintoísmo,
una de las religiones más antiguas del mundo y nativa de Japón. Allí, sus
monjes -cuyas creencias se transmiten a través de mitos y leyendas- son quienes
fijan las pautas de civilización y quienes prohibieron la presencia de mujeres.
En esta isla se practica uno de los tres santuarios de la religión: Okitsu.
Las
tradiciones y los artefactos que producen en la isla son los principales
motivos por los que la Unesco los
declarará Patrimonio de
la Humanidad. Sin embargo, la tradición de prohibir a las
mujeres es la mayor crítica que reciben estos monjes. Se cree que la
menstruación es la principal causa por la cual no las quieren en su tierra.
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